La humanidad sin
duda se ha encargado de modificar el mundo a su alrededor durante siglos, esto
parece algo normal de nuestra naturaleza. Sin embargo, ninguna huella en el
mundo ha sido tan relevante y profunda como la que hemos dejado desde la revolución
industrial, pues hasta ese momento, en la historia de la humanidad los niveles
de dióxido de carbono en la atmosfera habían permanecido estables, pero desde
ese punto su crecimiento fue exponencial. Nuestra dependencia de los
combustibles fósiles, el rápido crecimiento de la población y la destrucción de
los bosques, selvas y otros sumideros de carbono han conseguido generar un
impacto substancial en los niveles de carbono en la atmósfera, niveles que no
se habían visto en el mundo hace millones de años, generando un impacto directo
en las temperaturas y el clima en el planeta.
El incremento en
el dióxido de carbono en la atmósfera es el principal contribuyente del cambio
climático y la solución en teoría es simple, dejar de producir dióxido de
carbono y restaurar el equilibrio. Podría decirse que esa es la palabra clave
aquí, EQUILÍBRIO, un concepto que la naturaleza tiene muy claro y por el
contrario el ser humano parece empeñado en destruir. En este caso hablamos del
equilibrio del ciclo del carbono en la atmósfera.
La explicación de este ciclo de la manera es simple es la siguiente: existen procesos naturales que generan dióxido de carbono, como por ejemplo la respiración de los seres vivos o la descomposición de estos cuando mueren; del otro lado existen procesos naturales que absorben ese dióxido de carbono presente en la atmósfera realizados por plantas, bacterias y algas, que lo absorben y lo transforman. La naturaleza ha logrado balancear este ciclo durante millones de años, un concepto al que los científicos llaman Equilibrio Dinámico. Los seres vivos se van adaptando lentamente a los cambios que van surgiendo a lo largo de estos periodos, sin embargo, cambios bruscos como los producidos por el ser humano, pueden generar un gran impacto en los organismos y ecosistemas adaptados a vivir en ese equilibrio.
La pregunta es ¿de dónde proviene esa cantidad de dióxido de carbono que está desequilibrando todo el sistema?. La respuesta es simple, ese carbono siempre estuvo aquí en la tierra, lo que sucede es que durante miles y millones de años estuvo atrapado debajo de la superficie. Los organismos que durante millones de años habitaron la tierra morían y gran parte de ellos quedaron enterrados. La descomposición de sus cuerpos, constituidos en gran parte de carbono, en vez de dispersarse en la atmósfera quedó atrapada en depósitos debajo de la superficie, hasta que el ser humano descubrió que esta era una fuente barata de generar energía y comenzó una carrera para extraer tanto como fuera posible.
El mundo, ya
adaptado a unos niveles de carbono y en un equilibrio casi perfecto, tuvo que
recibir en un corto periodo una gran cantidad de carbono que sin la acción del
ser humano seguiría preso en las entrañas de la tierra. Por eso algunos científicos
han denominado a esta época Antropógeno, la era geológica cuando la
actividad humana es la influencia dominante en el ambiente. Actualmente la
quema de combustibles fósiles le agrega unos exorbitantes 9,5 billones de
toneladas de carbono a la atmósfera.
Pero la influencia
del hombre no termina ahí, porque además de contribuir con la cantidad de
carbono en la atmósfera, hemos atacado el ambiente de otras maneras, impactando
negativamente su capacidad para lograr equilibrarse. Las selvas, los bosques,
manglares, las formaciones coralinas, los océanos y otros ambientes naturales
son sumideros naturales de carbono, pero el ser humano, por diversos motivos,
ha disminuido radicalmente estos entornos naturales dificultando todavía más
la capacidad del medio ambiente de lograr un equilibrio.
Nuestro tercer impacto, en parte indirecto, se da porque nuestras acciones han generado un aumento progresivo de las temperaturas en toda la tierra y efectos climáticos cada vez más extremos. El impacto real de este cambio es que muchos de los sumideros naturales de carbono no se logran adaptar a estos cambios a la velocidad tan apresurada en la que están ocurriendo, lo que amenaza su supervivencia y afecta directamente la capacidad del entorno de continuar absorbiendo CO2. Este problema climático y ambiental parece una bola de nieve difícil de contener.