Como individuos muchas veces nos sentimos algo impotentes ante un problema de la magnitud del cambio climático y sentimos que por más esfuerzo que pongamos en disminuir nuestra huella de carbono, nuestras mudanzas de hábitos poco van a impactar en la disminución de los gases de efecto invernadero. Sin embargo, existe una manera en la que nuestra voluntad puede llegar a tener un impacto real en el mundo y es a través de la elección y presión que ponemos sobre nuestros gobiernos.
Educarnos y reunir cada vez más conocimientos sobre la problemática ambiental va a ser de gran ayuda a la hora de exigir a nuestros gobernantes resultados, puesto que siendo ciudadanos educados no aceptaremos promesas ambiguas y acciones meramente mediáticas. Esta es tal vez la responsabilidad más importante que tenemos, porque es el camino para generar cambios reales, debido al papel principal que juega el gobierno y las bastas herramientas que tiene para frenar el cambio climático.
En esta y la próxima entrada del blog estaremos resumiendo un poco cuáles son esas herramientas que tienen los gobiernos para luchar de frente contra el calentamiento global y la crisis climática y ecológica.
El papel de los impuestos:
Esta es quizás la herramienta más conocida, pero poco efectiva en la lucha contra el cambio climático. Algunos gobiernos (muy pocos en realidad), han decidido crear un impuesto al carbono, cuyo objetivo es desincentivar el uso de combustibles fósiles a través del pago de una tarifa adicional. Cuáles son las mayores críticas que ha recibido este tipo de impuesto: en algunos lugares deja por fuera las emisiones ocasionadas por el uso de carbón o las de otros gases más contaminantes; se han dado exenciones a sectores altamente contaminantes; los valores cobrados no son lo suficientemente altos como para desincentivar la generación de gases y forzar la búsqueda de alternativas (en Colombia tenemos el impuesto, pero se pagan aproximadamente USD$5,00 por tonelada generada). Lo lógico aquí es que los valores recogidos por este impuesto sean invertidos exclusivamente en acciones para luchar contra el cambio climático, pero esto no se aplica.
Los incentivos:
Podría decirse que los incentivos buscan premiar a aquellos que cumplan con determinadas condiciones exigidas por el gobierno. El gobierno tiene la capacidad de motivar a los inversionistas, empresarios y personas a actuar de acuerdo con lineamientos de sustentabilidad. Algunos ejemplos serían la exención de impuestos o diminución por un tiempo determinado para inversiones realizadas en energías renovables, mitigación de los impactos del cambio climático, reforestación, entre otras.
Hasta cierto punto estos programas de incentivos los aplican la mayoría de los gobiernos, sin embargo, tenemos dos problemas: primero, que tal vez estos no son lo suficientemente amplios y efectivos para atraer una cantidad importante de capital financiero y humano; segundo, y tal vez más preocupante, es que los gobiernos continúan dando incentivos a sectores de la economía que en teoría ayudan al crecimiento, pero que son nefastos para el planeta, entre ellos la explotación de hidrocarburos o minera, la producción y comercialización de energías no renovables, la ganadería extensiva, etc. este tipo de incentivos tenemos que presionar para que se acabe.
En la siguiente entrada de nuestro blog estaremos hablando sobre el papel de la regulación, las compras estatales y la inversión en investigación y desarrollo, factores fundamentales para que los países logren cumplir los objetivos asumidos de lucha contra el cambio climático.